ELLA

(A esa compañera con la que compartí el cautiverio en El Olimpo, noviembre del 78)

Ella era rubia,
lo sé porque espié debajo de la venda
cuando nos llevaban hacia el baño,
hacia pasos cortos, era por los grilletes
torturando su carne.

Ella era flaquita,
lo sé porque mi mano
se apoyaba en su hombro diminuto
en esa espantosa fila
de prisioneros sin nombres.

Ella era dulce,
lo sé porque escuche su voz,
melodiosa, triste y acompasada
cantando una canción de cuna
para su hijo pequeño.

Ella era estudiante,
de una universidad privada,
lo sé porque sentí
sus gritos de terror en mis entrañas,
con sus respuestas, mientras la interrogaban.

Ella era una compañera,
lo sé porque aun tengo en los oídos
las puteadas escupidas
al canalla del verdugo, entre gemidos resistiendo el dolor de la pican

Alberto Pereyra

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