Si nos unió el espanto, espantémonos
Por Carlos Almenara*
La posición de la Cancillería argentina en relación a Venezuela, la correlativa renuncia de Alicia Castro generó un fuerte revulsivo militante.
Podría decir encuentro identidad con buena parte de lo criticado, que quisiera una posición latinoamericanista más radical y una posición decididamente antiimperialista. Por otro lado, está claro que el gobierno presidido por Alberto Fernández tiene que hacer múltiples equilibrios, externos e internos y que la situación es objetivamente muy difícil. Sólo México y el ALBA no responden a las órdenes yanquis. La economía argentina está destruida después de la pandemia macrista, en default y con un frío puñal del FMI acechando su vientre. Dejaron así al país intencionalmente.
Todo eso es conocido y me disgusta repetir lo conocido.
Lo que quiero expresar es cierta perplejidad ante lo que percibo como una desproporción. No me refiero a que fueron grandes las críticas al gobierno de su misma parcialidad. Ello puede expresar una fuerza vívida que tiene todo el derecho a manifestar discrepancias con la postura oficial, que puede contener, como contiene, miradas distintas y aun contrapuestas que pujan más o menos fuerte.
Todo ello sería plausible y saludable.
Nadie debería asombrarse. Siempre estuvo claro que la alianza del Frente de Todos era como es.
Lo que me genera malestar es que si esa vivacidad se tuviera para plantear lo inaceptable que resulta que Stornelli, que extorsionó empresarios siga siendo fiscal, que Daniel Santoro que operaba con él siga siendo periodista y esté libre, que Casal siga siendo Procurador fruto de las amenazas de Magnetto y Macri a la hija de Gils Carbó, que no sepamos dónde está Centeno, que no tengamos información sobre las pericias truchas que hizo Gendarmería sobre la muerte de Nisman, que no tengamos una investigación independiente sobre la muerte de Santiago, que no haya un proceso serio para que la fortuna de Macri respalde la deuda que tomó ilegalmente; en fin, si esa enjundia se pusiera cotidianamente para considerar inaceptable lo inaceptable, para que no quede impune ni un segundo más el terrorismo de estado macrista, para que devuelvan lo que se robaron, si esa enjundia se pusiera allí, hoy el país sería otro.
Al fin y al cabo no nos unió el amor sino el espanto. Pero resulta que nos olvidamos de espantarnos.
Es hora de exigir a cada funcionario y a cada militante recuperar el horror y la acción ante los peores vendepatria que hemos padecido en nuestra historia. No es sólo un asunto de la Justicia, es también un asunto político.
La unidad no es el problema. La unidad sigue a la sociedad. Massa no se avino al FdT por convicción, se integró porque la tercera vía era de trocha angosta y terminaba contra una pared. Eso es así porque la representación sigue a la sociología en estas condiciones. Siendo así, la unidad no es problema, se da sola porque no hay otro camino. A condición de no defraudar la trocha gruesa.
Traicionar a Venezuela es defraudar tanto como haber dejado que los sediciosos macristas nos tiren decenas de miles de muertos por coronavirus. Las reacciones de militantes no tienen más razón en un caso que en otro.