Los pecados del pasado

El período 2011-2015 fue propicio dada la composición de las cámaras legislativas nacionales, para avanzar en reformas estructurales. La sintonía fina que nunca llegó hoy son un lastre que frustra cualquier iniciativa y corrompe las instituciones.

La historia cuenta que en el año 2003 llegaba a la presidencia de la nación un político venido del sur, casi desconocido para la inmensa mayoría, luego de disputarla con un avezado y astuto caudillo federal de otras épocas (porque en sus mandatos rindió sus armas ante el eterno enemigo popular y gobernó aferrado a la más recalcitrante y reaccionaria derecha de los Alsogaray) que conservaba en la consideración popular una alta ascendencia. Los resultados de primera vuelta así lo acreditan.

Ese Néstor de 2003, hizo posible un camino de crecimiento y recuperación del “infierno” que eclosionó en 2001. Una tragedia que costó muchas vidas (algunas, fruto de la represión indiscriminada y otras, como secuelas de la emergencia económica). De una u otra manera, la aventura neoliberal dejó como saldo un país desbastado política, económica y socialmente, con instituciones corrompidas y sin ningún tipo de aceptación popular (por ejemplo, la corte suprema de in-justicia alineada con el líder riojano devenido en divo).

Panorama nada extraño para el país que fue el “mejor alumno del consenso de Washington”, pero que desplegó sus garras en toda Sudamérica y otras zonas del planeta.

El saldo de aquella experiencia que tuvo su origen en la dictadura militar del 76, y su consumación final con el menemato, fue una democracia al borde del colapso (Argentina estuvo mirando de frente la disolución en fragmentos como país, aspiración de varias potencias extranjeras). Los indultos a los autores y responsables del terrorismo de estado (que ya había tenido su preámbulo con las leyes de obediencia debida y punto final de Alfonsín). Un sistema educativo totalmente asimétrico y en clara decadencia (objetivo buscado, por otra parte) asentado sobre la nefasta ley federal de educación (que es bueno decir, constituye en su espíritu parte de la propuesta actual de JxC. Si se observa quiénes están detrás de estas propuestas para 2023 no hay nada de asombroso en ello). La destrucción de todo un sistema de vínculos y relaciones sociales, base de la fortaleza de las luchas por la resistencia (Menen lo hizo posible). La ruptura de la movilidad social ascendente (muchos analistas ponen reparos sobre este punto por “momentos” de la economía que aparentaba síntomas positivos cuando en realidad el globo de la deuda y la primarización de la economía tensionaban cada vez más el globo que exploraría a principios de los 2000). Ello consolidó la pobreza estructural y elevó a índices increíbles la indigencia. La renuncia de un vicepresidente por corrupción y compra de votos (Álvarez, 2000), el fracaso democrático merced a la traición de la gestión de Fernando De la Rúa con respecto a su propuesta electoral. El aniquilamiento de miles y miles de cuentas de ahorro de la clase media. Un sistema sanitario que no contaba ni con aspirinas, o proveer medicamentos críticos para diabéticos o enfermos oncológicos. Una desocupación record y una subocupación gigantesca e insostenible. Un sistema productivo extractivista y primarizado, sin producción industrial o inversión en investigación y tecnología. Servicios totalmente tercerizados. Una deuda externa impagable. Y solo haciendo una semblanza parcial del desastre provocado por el canto de sirenas que actualmente representa el macrismo y sus émulos.

Sobre esta tragedia, un “Néstor” comenzó su travesía y logró estabilizar la situación y reconstruir la esperanza de un pueblo que naufragaba en el mar de la derrota. No vamos a entrar en este artículo, no es el objeto, sobre las críticas a Kirchner, a quien la derecha le demanda una perfección inexistente en la humanidad. Esa derecha que hace gala de su abominación por los derechos, la ética y la democracia, que tolera… pero no soporta.

  1. El año del quiebre

Las elecciones de 2005 fueron la arena de legitimación de un nuevo proceso que se comenzó a denominar “kirchnerismo”, con un triunfo legislativo necesario luego de escaso 22,5% de las elecciones generales con que Kirchner llegó a la presidencia en 2003 (Siempre es bueno hacer memoria de la actitud antidemocrática de Menen de no presentarse en el ballotage ante la evidencia del resultado). De una u otra manera, así como Perón lo fue al peronismo, Néstor era no solo el conductor del kirchnerismo, era la síntesis de un nuevo proyecto (en cuanto a lo temporal, no así a lo conceptual).

La alternancia con Cristina Fernández de 2007 oxigenó la plataforma para una batalla que el contexto internacional comenzaba a plantear como muy dura. Sería vano intentar reducir la impronta y las capacidades de Cristina, como asimismo el coraje y la decisión para encarar las políticas de gobierno, pero con la misma intensidad sería inútil tratar de comprender el proceso sin la figura de Néstor construyendo, generando acuerdos políticos, acompañando. De todas formas, ese proceso que comenzó con la idea de transversalidad, lentamente comenzó a diluirse para dar lugar a un involucramiento del PJ en las estructuras de gobierno (nótese que se cita al PJ, la estructura, no al peronismo como movimiento o a las bases).

El fracaso de la transversalidad claramente tiene dos vertientes diferentes: una es la propia incapacidad de ciertos sectores del progresismo, acostumbrado a pelear por la testimonial pero no así a la gestión del poder; la otra, y para nada menor, es que los interlocutores de estos sectores progresistas no pejotistas, fueron elegidos desde la centralidad del poder de un grupo selecto de dirigentes kirchneristas. En ese reparto, como es obvio, las personas elegidas eran del agrado de la conducción. Como consecuencia, muchos dirigentes de primer nivel intelectual, político y con coherencia ideológica quedaron en el camino. Esto luego tendrá sus consecuencias, como, por ejemplo, la frustrada construcción política de Nuevo Encuentro y del Frente Grande que derivó con los años en una diáspora enorme. Eso será motivo de otros análisis.

La disputa por la resolución 125, obra del inconmovible Martín Lousteau, hoy probando que para cada situación se puede tener nuevas convicciones, militando activamente en JxC, provocó cierto temblor en la gestión de gobierno, lo que aceleró la pejotización en  detrimento de la transversalidad, puso en evidencia dos aspectos centrales; el primero que el poder económico concentrado asociado a ciertos medios cuasi hegemónicos estaban nuevamente en condiciones de disputar sentido; y también que las reformas estructurales demandan más que buena voluntad o intenciones para constituir un espacio de disputa de poder real. Como decía Serrat, se acabó la fiesta y cada quien vuelve a su cada cual.

En todo este proceso, ocurre una pérdida que, para cualquier construcción política, en especial cuando se estructura a partir de liderazgos muy marcados, le hacen tambalear y provocan un cisma imborrable: el 27 de octubre de 2010 el país y la región quedan estupefactos ante la noticia inesperada: fallece Néstor Carlos Kirchner.

Este hecho histórico tendrá consecuencias inmediatas, pero también remotas. Entre las primeras la emergencia de un ícono popular no registrado desde el mismo Perón en 1974. Ello sintetizado en las enormes manifestaciones de dolor de un número significativo de personas, muchas de ellas, jóvenes atraídos nuevamente por la actividad política a partir de Néstor.

También es cierto que esta situación descolocó a la oposición, encolumnada detrás del llamado “Grupo A”, entre las que se encontraba (cuando no) la infalible Patricia Bulrrich, que algunas investigaciones citan como la persona que ha cambiado más veces de partido e ideología política en el mundo.

El impacto, sin lugar a dudas, contribuyó al triunfo aplastante de Cristina Fernández en el 2011, lo que garantizó contar con mayoría en ambas cámaras del congreso. Este segundo mandato se asumirá en medio de una crisis internacional de magnitudes extraordinarias y con impacto directo en la economía del país.

La posibilidad que no fue

Este panorama, los cien días de amor luego de la reelección, eran un marco propicio para reemplazar una ley que fue central en las políticas impuestas por la dictadura terrorista de 1976: la ley de entidades financieras.

Esta ley, ilegal por ser dictada por un gobierno de facto, ha transitado por éxito los ya casi cuarenta años desde el retorno de la forma democrática, y ha sido el cimiento para que el sistema financiero esté al servicio de la banca y no del sector productivo. Esto tiene su efecto también en la actualidad:

“La ley de entidades de la dictadura desreguló (liberalizó) el sistema financiero argentino, abriéndolo al mundo. Esto resultó en una extranjerización no solo de la propiedad de los bancos sino, y, sobre todo, de su comportamiento”, asegura el economista Alan Cibils, coordinador del área de economía política en la Universidad Nacional de General Sarmiento, y detalla los tres ejes que caracterizan nuestro actual sistema financiero: “1) Los créditos para individuos pasaron a dominar la cartera de créditos en detrimento de crédito a sectores productivos. Son créditos más cortos, más caros y más fáciles de administrar y evaluar; 2) el creciente cobro de aranceles por todo, incluso tarjetas de crédito, como forma de obtener mayores ingresos;  y 3) Timba financiera: inversiones en activos financieros también como forma de aumentar ingresos”.[i]

A pesar de las muchas demandas para derogar esta ley, sea por lobbies de las entidades (muy poderosas, por cierto), sea por avanzar sobre otras prioridades, jamás se permitió abrir el debate de forma concreta y real. Carlos Héller, eterno batallador para tratar el tema, nunca tuvo respuesta política al planteo.

Es bien conocido el resultado de no haber actuado en tiempo y forma, lo que posibilitó que los bancos, las entidades financieras, durante el período macrista tuvieran ganancias exorbitantes mientras el pueblo se empobrecía. La concentración de riquezas consumada descaradamente.

Sin dudas, una ley que protegiera al país de estas especulaciones financieras, de la extorsión de los bancos y tuviera como norte la inversión productiva, hubiese sido una herramienta vital de resistencia. Pero la decisión política fue no avanzar y dejar en vigencia una ley retrograda y conceptualmente pergeñada por un gobierno de facto.

La reforma judicial

Sin dudas que, estructuralmente hablando, incluso en su propia cosmovisión, el órgano de poder estatal menos democrático y democratizado es el judicial. Sus privilegios se han mantenido inalterables a lo largo de la historia. Pero no se trata solo de privilegios, que en todo caso implicaría ventajas comparativas para cierta casta, sino del telos donde se desarrolla la tragedia argentina (aunque para poner el topos en su justo lugar, es una condición que atraviesa toda la América hispana.

El problema radica en el sistema en cuanto tal, toda vez que responde a la matriz lógica con el que fue concebido y para la que ha sido creado, en este caso, independientemente de la letra, en la praxis efectivamente se verifican prerrogativas de sangre. Un servicio de justicia general y ordinario para las mayorías y una gestión del concepto adaptado a ciertas minorías poderosas. Desde el trato preferencial hasta los recursos y dispositivos puestos en funcionamiento, ya para exigir y castigar como para ocultar y esterilizar cualquier acción tendiente a la reparación o inculpación. Persecución para unos, impunidad para otros.

Un poder que siempre se ha mantenido dentro de determinadas coordenadas, pero que potenciado por la trilogía política – medios – centros de poder económico, se encuentra abiertamente desafiante de cualquier límite o raciocinio. Nunca como antes, no al menos desde 1983, se atrevieron a tanto y públicamente. Ni siquiera en épocas de la corte automática de Menen donde al menos se cuidaban las formas.

En este tiempo Comodoro Pro es una cueva de asociaciones ilícitas tendientes a perseguir opositores a la triada mencionada, y también a garantizar que todo lo que ocurra en el otro bando, que sin temor se debe calificar como no democrático, goce de total impunidad. Baste recordar el caso del Correo Argentino, las escuchas ilegales a los familiares del ARA San Juan, por citar dos ejemplos contundentes.

Tan desbocados y confiados se encuentran que incluso ya ni siquiera es necesario respetar el debido proceso, o lo que dicta la ley. Fallos a la carta, donde incluso se incursiona en competencias propias de otros poderes, tal el caso de poner en vigencia una ley derogada por el congreso nacional hace años, o bien ordenar al ejecutivo que ignore leyes e incorpore a CABA a la coparticipación.

También el buceo en cuestiones propias del poder político, donde el órgano judicial no debe entrometerse, tal el caso de la designación de los miembros a ocupar cargos en el consejo de la magistratura. Si es necesario demorar una designación encerrando un legislador para destituir un juez, se hace.

Desde este medio no tenemos dudas que este comportamiento se corresponde con un estado de no derecho, es decir, un estado terrorista en uno de sus órganos que se arroga la suma de poder y la discrecionalidad de estar por encima de los demás y que busca con sus fallos disciplinar, generar temor. Todos sabemos la gravedad que reviste que un órgano del estado se ponga por encima de la ley y del respeto por el debido proceso.

Fiscales procesados por años que siguen en sus puestos, el procurador general puesto por decreto y a la carta, una corte desprestigiada y conformada por dos jueces que aceptaron ser designados por decreto (su nombramiento posterior no invalidad la intencionalidad original, como tampoco la traición al voto popular en el senado de la nación).

No cabe duda que, así como la ley de entidades financieras, hoy están a la vista las consecuencias de no haber obrado en tiempo y forma cuando las correlaciones de fuerza eran claras. Los avances fueron muy relativos y el kirchnerismo luego de aquella inobjetable intervención inicial para modificar los miembros de la corte y designar una de mayor prestigio, se detuvo y no incorporó nuevas figuras, ni tampoco legisló para evitar los males actuales.

En este cuadro de situación, y nada dice que esto cambiará en lo inmediato, no existen oportunidades reales de modificar un ápice en todo este embrollo, y el juicio político, que poco le importa al general de la población, tiene como destino el resultado de siempre: nada.

 

En todo proceso político, emerge la necesidad de conducción y de la conformación de equipos que den cuenta de la complejidad. Esos equipos son vitales, tanto como la cosmovisión de quien conduce y ordena. Tanto uno como otro son dos partes indisolubles de un solo objetivo: concretar el proyecto político que será definido en cada caso según intereses e ideologías. Debería todo ello estar imbuido de una mirada superadora que le de contenido y sentido, evitando fanatismos o verdades únicas. Así, para todo el campo nacional y popular la idea de Justicia Social es indisoluble de cualquier planteo. De tal manera que para JxC lo será la maximización de las ganancias empresariales y la concentración de la riqueza. No habría que sorprenderse de ello y en todo caso replantear a quién se le dice “mi amigo”.

Pero puede ocurrir que ese equipo íntimo, cercano, en lugar de actuar como contención y apertura de debate político opte por adjudicarse exclusividades, inhibiendo la posibilidad democrática de poner en discusión las definiciones de política pública. Así las cosas, no es de extrañar que en estos períodos no se haya avanzado una nueva ley de entidades financieras, o en trabajar sobre el sistema de administración de justicia. Si no era de la apetencia o interés de los grupos que establecieron murallas, esos temas jamás integrarían la agenda política. Es el problema de reducir la democracia a los acuerdos de cúpulas y dentro de ellas sólo con algunos dirigentes, al final, no elegidos por nadie para ocupar esos espacios y en todo caso, apropiándose de herramientas que deberían ser del pueblo.

No se trata de hacer revisionismo histórico o político para asignar culpas o responsabilidades, que obviamente existen y luego se manifestaron como por ejemplo las listas de diputados del 2015 que luego dijeron que sí a todo cuanto el macrismo planteó, incluso con un tema tan caro al proyecto nacional y popular: el pago a los fondos Buitres. Es imposible olvidarse de caras y rostros aprobando la entrega del país, pero sí de aprender de las lecciones del pasado, aunque ello implique, circunstancialmente, perder elecciones.

La pregunta es inevitable. ¿Se habrá aprendido? Por ahora, todos los signos parecen indicar que no. Todavía nuestros movimientos políticos y sociales son conducidos con un estilo de caudillismo, sin debate político, sin abrir el juego, verticalista.

¿Las conducciones estarán a la altura? ¿La militancia será militante o meros soldados de la causa de algunos dirigentes?

Ya es 2023. Las nubes aparecen en todos lados. ¿En serio ya se olvidó el 2014 donde todos peleaban por qué cargo ocuparían? Y para que haya 2023 es imprescindible tomar las lecciones del 2015. Ya se verá y el resultado puede devenir en una gran tragedia que sumerja al país en una estructuración de absoluta pobreza y sometimiento para las mayorías y privilegios para los mismos de siempre. Su reverso, un salto cuasi revolucionario no solo desde lo discursivo, sino desde el ejercicio del poder.

 

 

[i] Sputnik